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martes, 5 de abril de 2011

Garrincha, el regate irrepetible

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Garrincha, en el Mundial de 
Chile, en 1962.
Manuel Francisco dos Santos, "Garrincha" (1933-1983), futbolista brasileño, está considerado una de las figuras más grandes de la historia del fútbol mundial. Nacido en Rio de Janeiro, de familia muy humilde, se ganó su apodo debido un pájaro del mismo nombre; este pájaro es feo y torpe, pero a la vez increíblemente veloz. Garrincha nació con problemas físicos evidentes: tenia los pies girados hacia dentro 80 grados y su pierna derecha era 6 cms. más larga que la izquierda, algo que le hacía padecer de columna vertebral.

Jugaba pegado a la banda derecha; rápido, habilidosísimo, con buen disparo seco, Garrincha manejaba ambas piernas y poseía un abanico impresionante de regates y quiebros; lo mismo podía salir por izquierda que por derecha, frenarse o cambiar de ritmo. Desarrolló la mayor parte de su carrera profesional en Botafogo, dónde jugo desde 1954 a 1966, obteniendo 3 títulos y dónde fue elegido Mejor Jugador del Mundo en 1962. Posteriormente jugó en Corinthians, en 1967, Flamengo, en 1968, Red Star París en 1971 y cerró su carrera en el Olaria de Río de Janeiro en 1972.

Formó parte de la etapa más brillante del fútbol brasileño, participando en 3 campeonatos del Mundo y conquistando dos de ellos - en 1958 y 1962 - con la mítica delantera formada por Pelé, Didí, Vavá, Zagallo y el propio Garrincha. Con la canarinha disputó 60 partidos de los cuales sólo perdió 1. Nunca Brasil perdió un partido formando con Pelé y Garrincha juntos.

Cuentan las anécdotas que en las pruebas físicas para el Mundial de 1958, Garrincha obtuvo 38 puntos de los 123 necesarios para acudir al campeonato. Sin embargo, un movimiento encabezado por su compañero en Botafogo Nilton Santos consiguió convencer a los técnicos para que Garrincha estuviera en ese mundial. El veloz delantero fue clave en aquellos dos campeonatos, lo que lo han convertido en uno de los jugadores más queridos en Brasil. Sin embargo, su vida estuvo marcada por las mujeres, la pobreza, el alcohol, los problemas de salud y los hospitales. Murió en 1983 a los 49 años de cirrosis hepática y en la soledad. Su tumba está abandonada, pero aún hoy su nombre resuena entre los hinchas de Botafogo, que acuden cada domingo a su estadio con la esperanza de que algún día puedan ver jugar a un nuevo Garrincha.

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